El padre de Silvia murió cuando ella era una adolescente. Su vida sin él ha tenido mucha amargura y rabia, pero ahora Silvia está aprendiendo un nuevo modo de amar. Ha querido compartir con Pilar Gómez-Ulla este escrito, y también con todos vosotros. Gracias, Silvia, porque esta carta tan hermosa, sincera y valiente puede ayudar a muchos.
Hola.
No sé ni por dónde empezar esta carta… Hace tanto tiempo que no te escribía, tanto que no hablábamos. Antes era todas las noches a través del diario, pero dejé de hacerlo. Me sentía una loca de mucho cuidado, y encima dolía demasiado. Ahora te escribo, pese a todo, porque Pilar me lo ha dicho. Estoy aprendiendo a quererte.
Te he odiado tanto desde el día en que te fuiste a ese hospital, prometiendo que volverías, como siempre. Pero esta vez no fue así, y nunca volviste. Nunca volví a verte.
Hubo una época que no dolías porque simplemente estaba enfadada contigo. Pero de un tiempo hacia aquí he notado tu ausencia más que nunca. Quiero decirte que te he echado de menos cada puto día desde que te vi marchar por la ventana con mamá cogida del brazo, aunque supongo que eso tu ya lo sabes. Para mi que ingresaras esa vez fue como si ya no estuvieras, desde ese momento he estado rota en mil pedazos. Y hasta hace muy poquito seguía sintiendo eso, que estabas ingresado y que cuando menos lo esperase volvería a escuchar tu silbido desde mi habitación, señal de que estarías entrando por la puerta de la urbanización. Pero ya no.
Te he echado tanto de menos… Desde que me despertaba y era consciente de la realidad, que era que no estabas. Me dolía respirar.
Echo de menos tu risa, tocar tu pelo rizado, tus ojos, tus manos haciendo la paella, levantarme por las mañanas y verte sentado viendo los deportes. Tumbarme a tu lado, las siestas juntos. Echo de menos que me mires mientras canto, oírte cantar (y eso que lo hacías igual de mal que yo). Echo de menos ver series juntos hasta las tantas, aunque tuviera que madrugar al día siguiente. Echo de menos que nos despiertes pronto los domingos (pese a que las tres te odiábamos) para ir a la casa de campo ‘porque había que aprovechar la vida’. Ese último domingo discutíamos el nombre del perro que nos compraríamos cuando mama nos dejara. Ella solo quería un perro pequeño, pero no cedía. Tu decías que debería llamarse Rambo o algo parecido, porque era gracioso que la gente se esperara un perro gigante y apareciera un perro pequeño y viceversa. Quería decirte que mamá nos compró un perro cuando te fuiste, era pequeño y le puse Chispitas porque nunca quise hacerte caso. Con el paso del tiempo, llegó otra perra a casa. Y me acordé de lo que dijiste. La llamé Wendy. Es un pitbull super bruto. Tenías razón, es super gracioso.
Tu recuerdo llevaba doliendo demasiado tiempo. Cada vez que menstrúo, que discuto con alguien, que tengo un mal día… Siempre estabas tú detrás de cada llanto, de cada grito, de cada discusión. Incluso en las alegrías andabas detrás, y doliendo el doble. Cada vez que he logrado algo en mi vida, cuando he tenido algún sueño siempre estabas detrás, haciendo daño. Y ya me he cansado, y he decidido que ME GUSTARÍA que pudieras estar presente en cada situación de mi vida, doliendo en la menor medida de lo posible. Porque te has perdido muchas cosas y la única culpable de que no hayas estado ahí he sido yo. Paula ha logrado tener un título, y tiene su trabajo estable. Es una currante nata, y creo que no puedo estar más orgullosa de ella. Desde que tú te fuiste, ella se ha convertido en mi vida. Mamá sigue tan luchadora como siempre, con sus locuras, pero nosotras dos somos lo que somos y estamos donde estamos únicamente gracias a ella. Luchó con lo que pudo y como pudo para sacarnos a delante, y lo consiguió. Y respecto a mí, he encontrado un amor como el vuestro. Carlos me cuida tanto como tú cuidabas a mamá, me ayuda a ser mejor persona, comparte el dolor que siento (porque las penas entre dos, son menos penas) y no es mi vida si no mi compañero de vida. No te haces una idea de lo que significa para mi esta pequeña persona. Y le voy a cuidar, como no pude cuidarte a ti, y como todo el mundo se merece que le cuiden. Por otro lado, tengo casa, conseguí un título menor que el universitario, pero no dejo de estar en tu mundo de la informática que era lo que siempre he querido. Ser tú, o por lo menos parecerme lo más mínimo a ti y ahora me doy cuenta de que era la única forma que esa niña conseguía sentirte cerca. Por eso año tras año sigo yendo a Oliva a repetir nuestra misma tradición. Sigo metiéndome en el mar, haciendo el muerto, y sintiendo que tú me sujetas por debajo para que no me hunda en ese mar, que es mi vida. Pero no sé por qué no conseguía ser feliz con todo lo que tenía. Siempre había algo que me faltaba, siempre con ese agujero en el estómago que me hace sentir tan mal. Esa puñetera sensación. Siempre con miedo de olvidarte.
Me ha costado sesiones con Pilar (no te hablo mucho mas de ella por si lee esta carta, y que yo no me muera de la vergüenza, pero es de esos ángeles que te pone la vida delante para hacerte ver que sí que merece la pena) pero he decidido que a partir de ahora voy a intentar compartirlo absolutamente todo contigo. Porque ahora comprendo que tú eres el que menos culpa tiene de haberse muerto, y que no deseo estar enfadada toda mi vida contigo.
Necesitaba perdonarte, pero sobre todo perdonarme a mí misma por haberme sentido así tantos años.
He entendido y aceptado que te has ido, y por más que me duela en el alma, no vas a volver. Nunca. Pero tampoco me has dejado.
Sigues aquí, detrás, pero esta vez de forma diferente. Esta vez en forma de paz, y no te haces una idea de lo que me calma eso.
No te digo que no vaya a echarte de menos ni a llorar porque no estás y porque me moriría por darte un abrazo eterno. Si te dijera eso, mentiría. Te digo que voy a intentar dártelo, aunque no sea de la forma en la que yo quiero.
A veces tenemos que aceptar la vida como nos viene, conformarnos con lo que tenemos e intentar aprovecharlo de forma que no veamos lo injusta que es a veces. Y te juro que lo estoy intentando, contigo y con todo lo que me rodea.
Y sé que lo voy a conseguir, por ti y por mí.
Y que te quiero, te quiero más que a mi vida entera, y quería decirte que te voy a querer siempre. Y estar feliz no significa que te quiera menos, sino que te estoy queriendo mejor.
Podría tirarme los 12 años que llevamos sin hablar contándote mil cosas más. No me voy a despedir, porque me gustaría que hablásemos más a menudo. Te prometo que voy a intentar tenerte en mi día a día, porque es lo que de verdad te mereces y lo que yo necesito. No quiero más despedidas contigo, ya hemos tenido suficientes.
Siempre tu niña
Sil
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