El arte de amargarse la vida

Compartimos con vosotros unos textos de Watzlawick, que utilizamos en sesiones y talleres, para reflexionar acerca de cómo nuestra forma de entender y pensar las relaciones y los hechos, nos complican en ocasiones la vida. E intentamos soluciones que nos amargan.

Paul Watzlawick fue Psicólogo, filósofo, sociólogo y escritor austríaco nacionalizado estadounidense, autor de «Teoría de la comunicación humana» (1967), «Cambio» (1974), «¿Es real la realidad?» (1976), «El arte de amargarse la vida» (1983) y «Terapia breve estratégica» (1997).

Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno.

Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa.

Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza.

Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro?

Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo.

Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso: «¡Quédese usted con su martillo, so penco!»

Un hombre daba una palmada cada diez segundos. Uno le pregunta por el motivo de tan extraño proceder.El hombre responde:

–Para espantar los elefantes.

–¿Elefantes? ¿Pero si aquí no hay elefantes?

A lo cual responde el hombre:

–¿Ve usted?

PD:(La solución garantiza la permanencia del problema)

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